sábado, 25 de octubre de 2014

PIEDRAS



Supiste distinguir enseguida mi disfraz. Mi armadura. Y fuiste abriéndote camino a través, sin descanso. Brutal y tierna al tiempo. Sin mas herramientas que tus uñas y tu boca. Deshaciéndote inmisericorde de todas las piezas que fabriqué entre batallas y superpuse torpemente en tiempos de paz. Esas que creía tan eficaces. Tan necesarias. Buscando resquicios. Aprovechando cualquier grieta. Clavando brusca tus miradas a través de mis costillas por ese puto hueco que siempre deja al descubierto el coleto. Hasta el fondo. Pero nada de culpar. Me dejé, gustoso. Cansado de cocerme en mis rencores anteriores. Fui exponiéndome de a poco para no acabar asfixiado. Buscabas con decisión un caballero real bajo una armadura de pega, y estaba claro que no te detendrías ni a pesar de mí. No te asustaste al descubrir en su lugar una piel colmada de llagas y heridas recientes. Ni un solo gesto de duda. Como si ya te esperaras un cuerpo lacerado, te esmeraste en cuidados tan sutiles que nunca escocieron. Me recuperaste de mi oscuridad con música y saliva escocesa. Tanto te ocupaste de mí, que te descuidaste a ti misma hasta casi quedarte en carne viva. Y no supe ser justo, porque aún entonces seguí esperando que continuaras despojándome de más capas. Incluso de aquellas de las que ni quería, ni podía prescindir. Hasta que mi agotamiento se convirtió en el tuyo y te forcé a desistir, no dejándote elección. Y así tuviste que volverte. Tal y como llegaste. Sin exigencias ni reproches. Con generosidad, pero sobre todo con la valentía de buscar lo que te merecías realmente. Lo que te habías ganado y aún así se te negó. Caminando decidida hacia tus piedras, buscando nuevas energías. Sin atisbo de flaquezas. Mientras te observaba, esforzándome por volverte borrosas ciertas partes, y empeñándome en guardar otras para mí caprichosamente. Grabando palabras, gestos, sonidos. La cicatriz de tu cara. Desnudo, odiando a tus piedras y deseando que te cuiden como yo no supe hacerlo. Y sin disfraz para el próximo Halloween.

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domingo, 2 de junio de 2013

TIRITA


Esto es un adiós. No un hasta luego como hubieron tantos. Un adiós es tajante, definitivo. Preciso.  Me cansé de buscar excusas para acumular holas. De engañarme. Me he agotado, igual que en su momento te agoté a ti, dices. Los trenes pasan y ya, dices. Las personas no son trenes. Pero los orgullos sí. Y las pupas. Y yo de estas entiendo mucho. Yo dejaba el peso muerto, como cuando un perro no quiere que lo saquen a pasear porque llueve. Y ahora eres tú la que ancla los pies, y saca pecho. Lo comprendo. Soy incapaz de valorar las cosas hasta que un día ya no están. Es entonces cuando afino cariños, cuando calibro necesidades. Soy difícil, lo sé. Mi naturaleza es lenta, lo sé (¿por qué crees que llevo una puta tortuga en la nuca?). Pero nadie te obliga a soportarlo, no es justo para ti. Te mentiría si dijera que siempre te recordaré, porque no es así. Me guardo para siempre situaciones. Momentos. Risas. Sudores. Cervezas. Calles. Pero no caras, ni expresiones. Me propongo sobrevivir a toda costa (de cada 1.000 tortugas crías sólo una llega a adulta, ¿por qué crees que llevo una puta tortuga en la nuca?). Y no lo conseguiré si sigo con la cabeza vuelta hacia atrás. He de aligerarme de tu cara. De tus ojos. Del olor de tu nuca. Del hueco de tu cabeza en mi pecho. De tu desnudez. De tus pies. Hoy he de cerrar puertas. De lanzar llaves. Volar puentes. Olvidar números. En la era de la comunicación, mi reto será la incomunicación. Fuiste insustituible. Eres insustituible. Pero aparecerá otra persona insustituible. Quizás mañana. O puede que cuando ya no me quede un solo cabello oscuro. Estaré alerta. Las crías de tortuga siempre lo estamos, solo que nuestros tiempos de reacción son distintos. Pero pienso llegar hasta el agua como sea. Y no me culparé más de lo que ya lo he hecho. Con 35 años me queda menos por delante de lo que ya he vivido, habrá que comenzar a aceptarse. No dejas rostro, pero dejas huella. Yo dejé herida. Tú dejas herida. Y eso es bueno, por eso valiste la pena. Dejas costra. Pero si sigo arrancándomela vez tras vez, estaré demasiado ocupado para hacerme heridas nuevas en sitios nuevos. Así que no te arranco más, que escueces. Desde este momento ya no me rasco. Hoy te dejo en paz y me pongo una tirita. Me la veré todos los días, pero sólo al principio. Un día se quedará flotando en la piscina sin que me dé cuenta. Y dentro de un tiempo sólo advertiré un pequeño pedazo de piel donde por alguna razón me dio menos el sol. Una cicatriz que, no me preguntes porqué, me hizo lo que soy. Me hiciste mejor. Esto es un chao.

sábado, 23 de marzo de 2013

Anoche



Te parecerá raro que después de todo siga soñando contigo, pero a veces aún me pasa. Sin ir más lejos, esta noche caminaba a mediodía y de repente apareciste. Fue un encuentro fortuito, no me preguntes en qué calle de Madrid. Tú aún no eras tú, o yo no lo advertí. Eras uno de esos figurantes con los que todos llenamos huecos en nuestros sueños, para darle cierta realidad al asunto. Gente pixelada y eficaz. Yo llevaba mis auriculares puestos y caminaba mirando el suelo, a mis cosas. Pero al llegar a la altura de uno de vosotros, levanté la mirada por casualidad y resultó que eras tú. Ahí estabas, observándome muy quieta. Me sobresalté. Tú no. Tú te sabías irreal y sólo de paso por mi sueño. Ahora mismo es posible que cambiaras de acera al verme, pero por el contrario en la calle que yo dibujé, me miraste y sonreíste. Tierna, casi maternal. Ninguno avanzó, como sopesando posibilidades frente al otro. Yo, sorprendido de que tú fueras tan tú (rara vez lo eres en estos sueños). Tu cuerpo, seguro de sí mismo, seguía clavado a su parcela de acera. Como si no quisiera tomar iniciativas en algo que duraría tan poco. Declinando responsabilidades. Devolviéndome sin rencor todas mis indecisiones juntas. Con tus ojos me advertiste de los peligros de la fugacidad que nos envolvía, y comprendí al instante. Acepté. Me acerqué. Y todavía a unos metros de llegar a ti, me besaste. Pude recordar por fin tus labios, que a lo largo de este tiempo he ido sepultando bajo capas de otros besos al pretender rescatarlos. Lo celebré con una nueva andanada. Aún tenía los oídos tapados por los auriculares, sin música. Mi respiración no parecía mi respiración. Oía un mar cada vez más calmo. Oleaje decreciente que cesó por completo cuando me cogiste la cara, me miraste a los ojos y dijiste, serena: “Volveremos a vernos”. Sabías que no, pero nadie podría culparte del guión que yo te escribí en mi mundo de mentirijilla. Y seguiste anclada al suelo, sonriente y plácida, ya todo dicho, esperando que fuera yo el que marchara. Convine, sabiendo que en breve despertaría. Di media vuelta, y desandando mi recorrido se me puso una media sonrisa: Vale que ya no estés. Pero en mis sueños aún mando yo. Y sigo queriéndome lo suficiente como para regalármelos justo en mi cumpleaños.

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miércoles, 23 de enero de 2013

Viernes




-Tú tranquilo, ¿eh? Que vivimos aquí al lado. Bueno, vive. Pero vamos, que no tarda ni diez minutos en volver con la pasta.
-Bueno... no te preocupes -Javi se mira el reloj Casio de pulsera-. Si aún son y veintitrés. En realidad y veintidós, porque lo llevo algo adelantado.
-Oye tío, que muchas gracias. No sabes el favor que nos haces... porque... un momento -le ha sonado el móvil y se interrumpe para leerlo y teclear-, contesto el sms enseguida. Ya. Porque... ah, eso... Porque si hubiera más gente que llevara bebida, pues aún salíamos del paso. Pero como siempre se nos olvida y vamos sin nada,  nos dijeron que esta vez nos toca a nosotros. Y ni nos acordábamos, ha sido de repente, al subir al coche. Los dos pensábamos que el otro llevaba la cartera y nos hemos metido en tu súper de cabeza.
Al final de la cinta de caja hay por pagar siete botellas de bebidas, dos de ellas no alcohólicas.
-Ya, jeje... A veces me pasa igual. De todas formas, no es mi súper -añade-, si no llevo aquí ni cuatro meses...
-Era coña tío, ya sé que no es tuyo. Si fueras el jefe, no estarías aquí tú solo, un viernes y a las nueve de la noche. De todas formas, para llevar meses aquí, es la primera vez que te veo. Y suelo venir bastante.
-A las nueve y veinticinco -rectifica Javi-. Y yo a ti sí te he visto alguna vez. Por ejemplo -duda brevemente-, anteayer te cortaste el pelo. Antes lo llevabas un poco más largo, casi por los hombros. Y algo más oscuro.
A Merche le descoloca que se haya dado cuenta antes que su novio.
-Te queda bien. Me gusta más así.
-Pues gracias... a mi novio también le gusta más -no sabe cómo reaccionar ante un cumplido y se mira la hora-. Que por cierto, seguro que al llegar a casa se ha dado cuenta de que no tenía pasta en la cartera y ha tenido que pasar por el cajero. Pero tranqui, es ese de enfrente, creo que se ve desde aquí.
-Ya. Bueno, pues yo mientras voy echando el cierre para que no crean que está abierto, que ya es lo último que me queda, que me entrara alguien ahora.
-Joder tronco -le sigue con la mirada-, en serio que me sabe fatal. Voy embolsando todo esto para ganar tiempo. ¿Y tú, no sales hoy?
-Sí. Voy con unos amigos al cine, el del centro comercial.
-¿Cuál vais a ver?
-Aún no lo sabemos. No hay demasiadas que me apetezcan. Estábamos hablándolo por Whatsapp, aunque seguro que no lo decidimos hasta que yo no llegue. Pero vamos -no quiere que parezca un reproche-, que es cerca, voy bien de tiempo.
-Guay...
-¿Y vosotros? Bueno claro, qué tonto estoy. De botellón, ¿no?
-No, hoy nos lo tomamos de tranqui. Cenamos en casa de una amiga, y este es el postre. Todo el mundo lleva algo. ¿Cuánto has dicho que era?
-Cincuenta y tres con ochenta.
-Ya verás como el pavo este no se ha enterado bien y sólo saca cincuenta. Ya verás.
-No mujer, no creo.
-Joder, pues es una pasta. Con la tontería de la cenita, voy a acabar lo que queda de mes bien justo.
-Ya... -“pues salid menos”, piensa Javi-. Igual he bajado mucho la persiana, ¿tu novio podrá entrar?
-Joder, es bombero. Sería preocupante que no pudiese.
-Ah, no lo sabía.
-Oye, pues cambiando de tema... ya que dices que me consideras habitual de la tienda, podías hacernos algún descuento, ¿no?
Javi se limita a sonreír, cortés.
-No sé, tío... ¿No podría pagártelo de alguna otra forma, y tú haces la vista gorda?
-No entiendo -finge poner mucha atención ordenando un expositor de chicles.
-Pues que igual puedes decir que alguien entró a última hora, mientras recogías, y se las llevó sin que te dieras cuenta.
-Jajaja... La verdad es que me viene fatal -azorado, aunque intenta parecer divertido.
-Pues a mí los cincuenta euros de Rober me vendrían muy bien. Mucho mejor que a tu jefe. Y yo a cambio te daría algo en que pensar mientras ves la película esa, por si te aburres en el cine.
Mientras habla, rodea la caja registradora, se aproxima a Javi hasta que le nota el aliento en la frente. Javi, paralizado, ve cómo la cabeza de Merche desciende hasta la altura de su pantalón. En un acto reflejo, sin mover un músculo del cuello mira hacia el cierre metálico, calculando a qué distancia advertiría a Rober. Inconscientemente va entornando los ojos, a medida que en la boca cálida de Merche el espacio se vuelve estrecho por momentos.

Cuando unos minutos después ella emerge sonriente, Javi abre los ojos y está completamente seguro de que no está mirando a la misma chica a la que le acertaron el corte de pelo el miércoles.
-No, oye. De verdad que no puedo, me meto en un lío. Tendría que pagarlo. Además no puedo jugarme el trabajo -mira de nuevo, aún no ha aparecido nadie en la puerta.
-¿Qué? ¡Te quejarás... pero tendrás morro!
-Lo siento
-Ya... -se mantienen las miradas, inmóviles. Repentinamente Merche sonríe.- Bueno, pues dile a mi novio cuando te pague, que le espero dentro del coche. Nos vemos el lunes, -antes de agacharse de nuevo, para sortear el cierre medio bajado-, que siempre compro aquí el pan.
-Lo sé. ¡Oye! -Coge un paquete de chicles y se lo lanza- ¡Toma!
-Gracias, Javi. -Y en una centésima, Merche lo atrapa, le guiña el ojo y desaparece.

Javi, todavía incrédulo, saca el móvil, abre el grupo de Whatsapp “Este viernes cena y cine!” y escribe “Sigo sin saber qué peli, pero tengo claro que HOY ME CUELO EN EL CINE”. 

Cuando levanta la cabeza Rober está al final de la caja, con la botella de Brugal en la mano.

domingo, 19 de agosto de 2012

El Cuarto




Si la vida es cambio, mi cara es pura vida. Soy un caso médico prácticamente único en el mundo. Digo prácticamente porque a estas alturas sólo se tiene constancia de otras tres personas con la misma afección, pero sencillamente desaparecieron. No llegó a hacer un estudio como es debido con ellas, acotando los parámetros requeridos para establecer distintas pautas de estudio, especular con posibles causas y diagnósticos preliminares , etc. Eso me convierte en un ejemplar único, tanto que ni existe todavía nombre oficial. Eso sí, los médicos tuvieron desde el primer momento la gentileza de darme un apodo temporal, que me niego a repetir aquí. No creo que llegue a conocer el definitivo, sé que un día me hartaré y desapareceré. Y en alguna otra nota como esta, para alguien, yo seré el cuarto.

No entraré en muchos detalles. Básicamente, sin que se tenga una idea ni siquiera aproximada de la causa, mi metabolismo altera constantemente mi masa muscular. En realidad esto le pasa a todo el mundo de forma imperceptible. Lección  básica: si cualquier músculo del cuerpo se trabaja, se fortalece e hipertrofia. Si no, inmediatamente comienza la atrofia. Siempre avanzamos o retrocedemos, subimos o bajamos, vamos ganando o vamos perdiendo. Nada permanece completamente estático. En mi caso esto es más cierto que en ninguno, pero de forma mucho más rápida y arbitraria. Me levanto una mañana hecho un alfeñique, y puedo necesitar un pijama dos tallas mayor al acostarme. O  al revés. Por suerte suele ser bastante proporcionado, es decir no me aumenta un cuádriceps  y mengua el otro, por ejemplo. Lo que concierne al volumen corporal no me preocupa demasiado, se puede disimular si eres mañoso vistiéndote y algo previsor. Con la cara es peor. Cambia inexorablemente, a tal ritmo que nadie es capaz de reconocerme si me pierde de vista unas pocas horas. Es lógico, cualquier rasgo depende de factores minúsculos. Como desconozco el rostro que tengo en un determinado instante, no sé cómo estoy reaccionando a una conversación.  Perdí la destreza de arquear las cejas cuando me cuentan algo asombroso, o fruncir el ceño en otra circunstancia. Por lo general opto por mostrar una expresión neutra. Cualquiera diría que soy el hombre de los mil rostros, pero les más acertado afirmar que soy un hombre sin un solo rostro. Hace mucho tiempo que evito por todos los medios mi reflejo. Hasta que dejé de mirarme en los espejos, recuerdo que rara vez llegaba a generarse un rostro desagradable o grotesco, pero esas pocas ocasiones fueron realmente alarmantes. El cambio las distintas partes suelen combinarse siguiendo unos patrones más o menos cíclicos, aunque muy difíciles de prever. Incluso el cuero cabelludo hace mutar mi peinado. Y el tono de mi voz se altera al mismo tiempo  que lo hacen mis cajas de resonancia.

Que mis colegas de cara cambiante desaparecieran no es difícil de entender. De hecho, creo que ni siquiera se fueron muy lejos. Igual que ellos en sus respectivas, yo soy un nómada en mi ciudad. Es imposible llegar a pensar que te has construido una vida, estés donde estés. Conservar un círculo de amistades o tan siquiera conocidos, tener un trabajo estable o pagar en un supermercado con tarjeta son tareas sencillas que yo tengo vetadas. Legalmente me es imposible conducir más de unas horas con los papeles en regla. Por otra parte, el abono mensual de transporte público incluye foto de carnet. O el de la biblioteca pública. No puedo realizar prácticamente ningún trámite bancario por razones obvias, así que todo mi capital duerme conmigo en metálico. Los vecinos están convencidos de que subarrendo la vivienda a cantidades escandalosas de inquilinos, distintos todos, claro. Y cuando llaman a la policía, que lo hacen periódicamente, mostrar el  pertinente papeleo médico y responder las mismas preguntas curiosas de los agentes se convierte en un ritual cada vez más tedioso. Parece mentira, pero en esta era informatizada aún hay demasiadas cosas que se reducen en su forma más básica a algo tan palpable como es el rostro que se te concedió.

No siempre fue así. Hasta la adolescencia tuve una cara bastante común. Ni feo ni guapo. Mi mote en el colegio ridiculizaba mi apellido, prueba inequívoca de no tener ningún rasgo especialmente destacable. Fue en el instituto cuando comenzó a  acentuarse. Se hizo totalmente evidente cuando nadie fue capaz de reconocerme a mi vuelta a clase después de una convalecencia de diez días por un esguince. Para los pocos extraños que llegaban a tener conocimiento de mi particularidad, no dejaba de ser una anécdota divertida. Mi familia en cambio nunca lo soportó, y no les culpo. Lo intentaron, pero si lo piensas bien, caminar por la calle sin saber si acabas de cruzarte con tu hijo o hermano sólo porque un desconocido te ha sostenido la mirada un instante, no ha de ser fácil. Y desayunar día tras día con un extraño acababa alterándoles por completo. Me querían, y yo a ellos, así que opté por alejarme cuanto pude. Aunque no lo sepan, ahora mismo vivimos en el mismo distrito postal.

Bien, si estás leyendo esta fotocopia cobarde es porque eres una mujer de cuya compañía habré disfrutado las últimas cinco horas, calculo. Muy probablemente nos hemos acostado. Lamento no poder personalizar más  y ofrecerte este mediocre folio clonado como toda explicación. Después de diversas experiencias, he desarrollado una especie de método de despedidas rápidas para personas a las que he llegado a considerar especiales, que se reduce a este panfleto. En realidad los tengo divididos en varias modalidades: “Mujeres con las que intimo”, “Personas con que conecto en un evento social”, “Contactos por trabajo” (a estos no les ofrezco estas últimas explicaciones, claro) o sencillamente “Genérica”, con un resumen mucho más somero del que a ti te ha tocado, y no del todo cierto. Pero sin duda, si lees esto es porque decidí que merecías mucho más de mí que desaparecer de repente, sin dejar rastro, como acabo de hacer. Tristemente es cuanto puedo hacer. Por favor, entiende que a estas alturas de mi vida no me resulte solamente agotador, sino sencillamente imposible ofrecer explicaciones en persona cada vez. Probablemente nos cruzaremos en alguna parte, pero con toda seguridad no te pondré en el brete de hacértelo saber. Lo he probado anteriormente y créeme, nunca funciona. He apreciado enormemente tu breve compañía, y te agradezco que me hayas conocido un poco. Nos vemos.

El Cuarto

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miércoles, 11 de julio de 2012

YA!






Compañero, estoy harto. He alcanzado mi límite. He llegado a casa apretando los dientes. Bombeando bilis por sangre. Qué voy a contarte que no sepas. Aún así, por favor préstame dos minutos. Es muy importante. Sólo esta vez.

Hoy nuestro gobierno, en minúsculas, ha dado otro paso más. Ha vuelto a suceder. Nos la ha metido otros centímetros. Y aún le queda mucho por meter. Está introduciéndonos poco a poco en un sistema totalitario, en una dictadura. Hacen y deshacen a capricho, y se aplauden entre ellos. Hoy vuelve a ser patente que gobierna el capricho, la avaricia, la maldad casi absoluta. Hoy una panda de incompetentes y delincuentes legales se orina en todo aquello por lo que luchaban nuestros padres y abuelos, por lo que lloraban, por lo que sangraban, mientras sus antepasados descansaban a la sombra del porche en su cortijo.  Nos quitan derechos, uno a uno. Sin piedad. Sin pausa. Nos arrebatan los derechos básicos, joder. Nos empujan a un desempleo causado y mantenido por ellos, y nos rebajan la prestación que nos deben, que nosotros pagamos cuando aún podíamos trabajar. Los mismos que prometieron que no, que eso jamás, nos aumentan los impuestos de una forma asquerosamente cínica. Nos mienten a la cara, nos ahogan, y nos niegan el derecho a expresarnos, ni siquiera pacíficamente, so pena de cárcel. Y por otra parte, las concentraciones y pataletas en las plazas del ayuntamiento han quedado en el olvido a las pocas horas. Además es una lucha desigual que no podemos mantener de forma regular. A nosotros nos desgasta, a ellos les hace más fuertes. Y aún cuando parece que no puede ser peor, sabes que una semana después volverán para robarte lo que aún escondías bajo el colchón. Lo trágico es que no son tontos. Nos someten paulatinamente, para que vayamos acostumbrándonos a su tiranía, y que cuando no podamos más sea demasiado tarde, porque ese día tendremos la nariz en el barro y ni siquiera soñaremos con levantar la cabeza, ocupados como estaremos en conseguir respirar. Pero no cometas el error: no atribuyas su desfachatez al Principio de Hanlon, o estarás siendo TÚ el protagonista del susodicho. No son tontos. Son despreciables, y su intención clara y nada sutil es quitarnos todo.

Personalmente me siento impotente. No puedo protestar, no puedo sacar la guillotina a la plaza del pueblo, no puedo mirar a los ojos a sus perros armados con porras, trajes reforzados de kevlar y escudos de metacrilato. Y limitarme a transcribir mi rabia e impotencia a las de las redes sociales me hace sentir inútil y gilipollas. Y sé que a ti también. Por otra parte, quedarnos callados, agachar la cabeza bajo su mano es la verdadera tragedia de todo esto. Somos hombres. Somos mujeres. Necesitamos poder mirarnos a la cara. Y necesitamos que nuestros hijos puedan mirarnos mañana sin reprocharnos que comen las migajas que no quieren las gaviotas, por nuestra cobardía pasada.

Lamento confirmar lo que sabes, no conozco una forma de cambiar esto. Pero conozco una forma de no quedarme callado, de hacerme oír. Es hora de actuar. Empecemos por ALGO, lo que sea. Pero arranquemos. Somos capaces de grandes cosas,  somos muchos.

TE PROPONGO LO SIGUENTE: 
NO ES NECESARIO CAUSAR DAÑOS PERSONALES A NADIE (NI SIQUIERA A LOS QUE APENAS MERECEN EL TÉRMINO "PERSONAS"), PERO SÍ PINCHAR LOS HUEVOS AL GOBIERNO. TIENEN COSAS MATERIALES. TOQUÉMOSELAS. HAGÁMONOS OÍR, QUE AL MENOS SEPAN QUE ESTAMOS AQUÍ, QUE NO NOS CALLAMOS. SOMOS MÁS, TENEMOS CABEZA, TENEMOS PUÑOS, TENEMOS PIERNAS. TENEMOS DIENTES, HOSTIA. A PARTIR DE HOY, MÁRCALES TÚ A ELLOS ALGO SUYO TODAS LAS SEMANAS, IGUAL QUE NOS HACEN A NOSOTROS. ALGO ESTATAL. ROMPE UNA PAPELERA SEMANALMENTE. RALLA UN COCHE DE POLICÍA. DESTROZA UNA FAROLA. QUE QUEDE CLARO QUE NO ES SIMPLE VANDALISMO SIN SENTIDO, IDENTIFIQUÉMONOS DE ALGÚN MODO. ESCRIBE “YA!” CON SPRAY EN UNA PARED DEL AYUNTAMIENTO. EN UNA ESCUELA PÚBLICA. EN EL CAMIÓN DE LA BASURA. EN EL GUARDARRAILES DE UNA CARRETERA. EN UNA SEÑAL DE TRÁFICO. EN EL ASFALTO DE TU CALLE, QUE TAMBIÉN ES SUYO. DONDE SEA. LO QUE SEA. GRANDE O PEQUEÑO, PERO ESCRÍBELO. MARCA TU DESACUERDO. GRITA, COJONES. NO TE QUEDES DE BRAZOS CRUZADOS, POR LO QUE MÁS QUIERAS. TE LO SUPLICO. SI TÚ NO LUCHAS, DIFICULTAS MI LUCHA. SI TE CALLAS A MÍ ME CUESTA MUCHO MÁS CHILLAR. SOMOS MILLONES, JODER, ¿ES QUE NO NOS DAMOS CUENTA? DEBEN TEMERNOS ELLOS A NOSOTROS, Y NO AL REVÉS. ESTAMOS DEJÁNDOLES QUE PIENSEN QUE PUEDEN MANEJARNOS A SU ANTOJO. Y NO. SOMOS SUS JEFES, NO AL REVÉS. QUE NOS OIGAN. ES MUY FÁCIL. TENEMOS LA CAPACIDAD DE LANZAR UN MENSAJE REGULAR, ALGO QUE NO DEPENDERÁ DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN, ALGO QUE SEA PATENTE EN LA CALLE, A DIARIO, EN CUALQUIER CIUDAD.

Yo empiezo hoy, como mínimo todas las semanas, evidentemente sin subir fotos de MIS acciones (pero sí de otras totalmente ajenas a mi persona, por ley puedo fotografiar en la calle lo que quiera). Si no reaccionas ahora, llegará un punto en que ni siquiera escribir estas cosas será posible. No esperes a verte sin acceso a Internet. Que no llegue el momento en que un tipo uniformado decida si puedes leer una hoja impresa o no. Eso ya nos ha pasado antes, no volvamos atrás. Sé que rallar una pared o marcar una farola no va a cambiar nada. Sé que piensas que apenas es estirarle del pantalón al poderoso mientras estás bocabajo en el suelo. Pero si lo haces con fuerza, si lo hacemos con fuerza, podemos conseguir que se tropiece, te lo aseguro. 

Por favor, por favor, por favor, pienses hacer algo o no, como mínimo DIFUNDE ESTO. Hay miles de formas de hacerlo hoy en día, estamos en la era de la comunicación. Pásalo, coméntalo a todos, pónselo en el puto muro del Facebook. Da igual si copias el link, si copias y pegas, si quieres añadir algo. Te juro que no es afán de protagonismo. Da igual quién lo haya escrito, el mensajero no es importante, pero el mensaje sí lo es. Es casi vital, o acabará siéndolo algún día. Por tu dignidad, por la de las personas a las que quieres. Por tu pan. Por tu techo. Por tu trabajo. Y el de los tuyos. Y si esto ha llegado a tu muro sin haberlo solicitado y te molesta, te pido perdón. 

Yo creo que ha llegado el momento. ¿Y tú? ..

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