sábado, 5 de noviembre de 2011

Un señor.

Por lo general me precio de saber asumir y asimilar casi todas mis carencias y cagadas, que son muchas. Una de mis vergüenzas actuales es trabajar para un banco, por el cual doy a diario la cara ante decenas de llamadas y mails de clientes, algunos airados y otros agradecidos. Personalmente pienso que si hay cosas que sobren en el mundo, una de ellas son los bancos. Otra los políticos. No quiero engañar a nadie –y al karma menos-, a las personas que los componen les deseo el peor de los males. Los detesto profundamente por muchos aspectos que no me cabrían en esta página, me hacen supurar oscura, oscura bilis por cada uno de mis poros cada vez que pienso en ellos.

Me llegan como digo, mails de clientes habitualmente exigentes, que sin educación, modales y pasándose por el orto las leyes básicas de orto-grafía y gramática, consideran que tu obligación es atender sus propias carencias y habilidades informáticas. Aunque por lo general simplemente es que carecen de lógica. Esta mañana, sábado frío, lluvioso y con muy pocas horas dormidas en la mochila, he atendido a muchos con especial malhumor. Hasta que me ha llegado el siguiente correo:

“Estimados Srs:
Por causas ajenas a mi voluntad me encuentro en la más absoluta ruina por lo que, sintiéndolo mucho, no podré seguir pagando las mensualidades de mis tarjetas de crédito.
Dicho esto pueden Vdes. tomar las correspondientes diligencias.
Reciban un cordial saludo,
Fulanito Benganito y de Sotanito”


Para no acabar en la cárcel, el nombre lo omito, de ir a parar allí lo haría por causas más justificadas. Por los demás datos a los que tengo acceso, se trataba de un tipo normal, de cuarenta y tantos años, soltero, con un trabajo normal tirando a mediocre –como el mío-, y un historial económico –también tan medio/bajo como el mío- con el que nunca habrá tenido acceso a grandes lujos, pero que sin duda le ha proporcionado lo necesario. Al menos hasta ahora.

Os sorprenderíais de cuántos banqueros, gente que vive a lo grande de las rentas de su cuenta de valores especulando y encareciendo viviendas y hasta cosechas que alimentarían a naciones, o simplemente poseedores de suculentas cuentas de bastantes dígitos, se pasan por el orto las reglas más básicas de orto-grafía y gramática al enviarnos comunicaciones. Y por supuesto, los modales y protocolos más elementales para dirigirse a otra persona, que es la que va a leer su “escrito”. Y ahora llega este caballero, al que con toda probabilidad –no me lo invento, hablo de estadísticas- el citado hatajo de hijos de puta, buitres carroñeros, especuladores trajeados y demás gentuza chaquetera falta de moral totalmente desconocedora del significado de “callo”, le han jodido la vida presente y sobretodo futura, desde la comodidad de sus despachos empapelados de cínicos -cívicos según ellos, los muy malnacidos- lemas bancarios. Y envía este correo. Educado, breve, conciso, correcto. Puntuando donde corresponde, acentuando cuando procede y debe. Con modales. Un puto Señor. Y un servidor, en vez de comerse toda la mierda que debería salpicarle por la parte que le toca por pasar siete horas al día del lado equivocado, la del puñetero trabajo alimenticio, lo lee y se maravilla: en lugar de mandarlos/nos a todos al carajo y darse al menos el gustazo de cagarse en los muertos de quien lo lea, se planta delante de su ordenador -está realmente mal de pasta créanme, así que ni tendrá internet en casa y me lo imagino en el locutorio de su barrio-, sereno y con la expresión de quien ha ordenado sus ideas con total tranquilidad. Y con un par de simples párrafos se pone muchos metros, kilómetros por encima de toda esa chusma babosa de impresentables bastardos que sólo consiguen correrse pensando en billetes de a doscientos. Y yo pestañeo mucho cuando se me abre en la pantalla y lo flipo. Y tras releerlo varias veces, decido que lo admiro, y que es mi héroe. Y que en un país que se va a la mierda a ojos vista porque los ricos son cada vez más ricos y los pobres son más pobres, hay alguien muy por encima de toda esta basura humana responsable de unas cosas e irresponsable por otras muchas, con una dignidad que ya quisieran muchos. Y es un Señor. Y hasta que pudo y le dejaron trabajó de conserje.

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P.D: Y decido que como yo soy lo más alejado de un señor, y lo más cercano a un cabrón con pintas, que suele envidar la hijoputez ajena porque para algunas cosas nací ganador, la carta que realmente se merecen esos mierdas la escribiré yo. Y la pondré aquí.

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