miércoles, 4 de agosto de 2010

TENGO UN AMIGO

Tengo un amigo que anoche soñó contigo. Estaba tumbado en la cama bocabajo, a punto de quedarse dormido después de comer, cuando oyó un ruido en el pasillo y se levantó de un salto. Eras tú, asomando la cabeza por la puerta. Él no cabía en su asombro pero tú le explicaste que en una ocasión te hiciste copias de la llave, por si acaso. Y que había llegado el momento de usarlas. Que ya estaba bien de tonterías, que de repente lo veías todo claro. Mi amigo no las tenía todas consigo, incluso te pellizcó en la mejilla, sin mucha fuerza. Creo que ese fue su error, debió pellizcarse él mismo hace mucho. Finalmente le convenciste de que estaba despierto, e hicisteis el amor. Al acabar decidisteis salir a la calle. Comenzaba a anochecer pero queríais caminar un poco cogidos de la mano. Cuando salisteis del portal tú desapareciste. Él comenzaba a despertar, y cuando lo comprendió todo no pudo parar de llorar. Mi amigo nunca aprende.

Tengo un amigo que insiste en que las mujeres que se dejan atrás son como las cicatrices. No las relaciones, las mujeres. Dice que aunque siempre estarán ahí, llega un momento en que dejan de dolerte sin que te des cuenta. Yo no lo veo tan claro. Donde ahora tienes una cicatriz antes tenías una zona totalmente normal. Antes de que te dieran catorce puntos de sutura en el antebrazo, por ejemplo, no tienes recuerdos maravillosos de esa parte de tu cuerpo. No te vienen a la memoria momentos inolvidables con tu antebrazo sano e inmaculado. No valorabas su normalidad hasta que te lo cosieron en urgencias porque el cristal de una puerta casi divide tu nervio radial. Podría decirse que no hay nada que echar de menos. No así con quien has amado. Donde ahora te deja una fea marca, antes hubieron sensaciones increíbles, que por el contraste te afean aún más la piel. Una cosa es que deje de dolerte algo que siempre te dio igual, y otra muy distinta despegarte con un fuerte tirón de alguien por quien hubieras dado todo. Claro que yo no puedo hablar con claridad al respecto, soy de metal. Y de una aleación muy poco común, además.

Tengo un amigo que defiende a capa y espada que el amor guarda demasiadas semejanzas con una enfermedad, como para considerarlo algo positivo. Afirma (yo he sufrido en primera persona alguno de sus discursos) que cuando estás enamorado tu sentido de la percepción se altera completamente, todo lo concibes de un modo distinto. “Cuando vuelve el amor como por encanto, todo el mundo parece más guapo y mejor, y es más difícil distinguir al enemigo”, canta el Lichis. Pues eso, que estás con el culo al aire. Además, por mucho que defiendas tu rudeza y tu gran personalidad, el amor te cambia la personalidad. Que sea para bien o para mal, esa es cuestión aparte. Hay que añadir que el amor siempre hace daño cuando se acaba. Porque siempre se acaba. De hecho, según ciertos estudios la duración media de la pasión en una pareja es de unos cuatro años y medio (otra cosa es cómo coño se calcula algo así). Eso significa que cualquier relación amorosa, esté por encima o por debajo de la media, tiene fecha de caducidad. Y cuando acabe dolerá, como mínimo a uno de los dos. Es decir, una enfermedad, con su tiempo de convalecencia y todo lo demás. Si algo es seguro es que el amor no es como creemos, o como queremos creer. Está totalmente alejado de los bonitos ideales que se nos venden en películas, novelas y libros. Y así nos lo propagan.

Tengo un amigo que, cuando alguien le argumenta que a pesar de todo el amor tiene sus momentos buenos que compensan la posible pérdida posterior, le responde que también en un casino se gana a veces. Pero a la larga, el cero que desequilibra las posibilidades en la ruleta hace que a la larga siempre acabe ganando la casa.

Yo no digo que mi amigo tenga toda la razón, claro. Sé que está un poco jodido. Pero admito que desde mi punto de vista de androide, es una de las personas más coherentes que he conocido.

..

1 comentario:

  1. Vaya cambio de registro, el camino de Santiago te ha vuelto trascendental.

    ResponderEliminar

Si sabes escribir, puedes comentar.