lunes, 28 de junio de 2010

THE PILGRIM (en los mejores cines)

Pues ya está. Una senda más, y una rodilla menos. O media, por lo menos. Dicen (o deberían) que cuando se acaba de andar un camino, lo bonito es girarse y recordar lo recorrido. No sé si será bonito, pero es lo lógico. Y admito que en ciertos tramos caminé mirándome la punta de las botas y deseando que llegara pronto el momento de girarme, en vez de disfrutar las vistas. Es cierto que no tuve otra opción, pero lo lamento igualmente.

No, no estoy crepuscular ni me han pronosticado pocas semanas de vida. Es que este jueves volví de Santiago de Compostela. Lo habitual sería mencionar cuán fantásticos eran los parajes, y lo verde que era su valle. Pero yo, persona de encefalograma plano donde las haya y simple hasta decir "¡Vasta!"... digo "¡Basta!", me limitaré a hacer un listado paralelo sobre lo que me gustó y lo que no me gustó. Soy tan pueril...


NO ME GUSTÓ:

Que la gente de pueblos pequeños fuera (en general) tan antipática en ciertas zonas.

Que resultara prácticamente imposible encontrar un puñetero bar abierto a las siete de la mañana.

Que la Siempre Altruista y Santa Madre Iglesia Católica (¿¿dónde coño está aquí el emoticono de levantar el dedo corazón??) sea tan usurera y fraudulenta con la fe y necesidades de ciertas personas. Pasé una noche blasfemando mucho y bien.

La Tortilla de Betanzos (que había ganado un concurso regional de tortillas) y en la práctica era tortilla crudísima. Qué delgada es la linea que separa el arte de la chapuza.

La pésima educación que demostraba un elevado número de personas a la hora de respetar el sueño de otros. Casi siempre nórdicos borrachos (sorprendente, lo sé).

Que caminar cuesta arriba sea tan cansado.

No probar la auténtica leche de vaca por sólo tres minutos.

Que llegara un punto en que mi rodilla dijera "hasta aquí, majete". Zorra despiadada...

Lo caras que se vendían algunas sonrisas.

La trece-catorce que nos hizo la encargada de un albergue para quedarse con nuestro desayuno. Ojalá se te indigestara, putagordafríaycalculadora.

Que las mujeres del lugar no se asomaran pletóricas y sonrientes por las ventanas de sus alcobas con los pechos al aire y vitoreando a nuestro paso, como creí que sucedería la noche de borrachera que decidí apuntarme a hacer el camino.

Y en definitiva, haber sido un peregrino tan deplorable.


ME GUSTÓ:

Evidentemente, todos los paisajes que atravesamos a lo largo de más de doscientos kilómetros. Suena a tópico, pero hay que verlo.

Aprender lo sencilla que es la vida en realidad, cuando quieres verlo.

Los capotes de mi compañero de fatigas y nuestras sesiones mutuas de psicoanálisis barato pero reconfortante.

La Estrella de Galicia bien fría. Hizo que valiera la pena.

Encontrar mis límites cuando mi rodilla me vendió por treinta monedas, y conseguir sobrepasarlos apretando piños. Me admiré un rato y todo.

El pulpo a la gallega con hambre, el pan de verdad y la empanada recién hecha.

Encontrar fuentes de agua fresca prácticamente cada pocos kilómetros.

Ver ponerse el sol donde una vez estuvo el fin del mundo (comiendo sardinas y bebiendo cerveza). En ese momento hubiera muerto feliz.

Los consejos de días previos que nos dieron algun@s buen@s amig@s (ell@s ya saben quiénes son) que, en general, me pasé por la piedra.

El recibimiento a la vuelta.


(BONUS TRACK)
ME INQUIETÓ:

Encontrar tantos parques infantiles de columpios desiertos, en lugares muchas veces inhóspitos.

Que una panadera insistiera en que el pan gigante que nos vendió estaba más sabroso con una puta manzana y un litro de agua, en lugar de viandas.

Cómo me clavaban la mirada algunas vacas mientras rumiaban. En serio, ni Jack Nicholson.

Que la (posiblemente) azafata más maciza que he visto jamás de los jamases en un avión, vista de cerca tuviera una boca tan gore. Maldito equilibrio universal...

Que a tres kilómetros de la Plaza del Obradoiro (después de ciento veintiuno CAMINADOS) nos perdiéramos y al preguntar a un señor mayor compostelano por la dirección, se diera esta conversación que me costó un dolor de estómago ocasionado por quince minutos de carcajadas (lo juro), y que menguó mis últimas fuerzas:
-Claro majos, daos prisa y coged ese autobús, el número ocho, que os deja allí al lado...
-...Eerrrr... es que... (nos miramos mi amigo y yo con los ojos muy abiertos pero pestañeando a gran velocidad) queremos ir andando, señor...
-¿¿Andando?? (cara de "están locos, estos romanos") Bueno, allá vosotros...


Lo poquito que me faltó para romper el billete de vuelta y quedarme en Fisterra.

..

1 comentario:

  1. Me gusta Donqui. Practico y pintoresco ..jeje.. Me viene a la cabeza un lienzo lleno de pinceladas rojas,verdes y, amarillas. Me pienso empilgrimnar! ;)

    ResponderEliminar

Si sabes escribir, puedes comentar.