miércoles, 5 de mayo de 2010

Caslitenia (no, Flockhart no)

En mi anterior entrada hablé de mis problemas con/en el gimnasio, y prometí ser más específico en una mejor ocasión: esta. Claro, en esos momentos de alegre escritura desinhibida no caí en la cuenta de que prácticamente todos los seres humanos disponemos en nuestro subconsciente de un mecanismo de defensa que procura borrar automáticamente ciertos recuerdos traumáticos. Algunos lo tenemos más desarrollado que otros. Tanto es así que el mío me resetea la memoria generalmente cada pocas horas sin motivo aparente –igual lo tengo mal configurado, pero no he encontrado ningún manual en pdf sobre mí en internet-, con lo que transcribir todas mis vivencias non gratas va a ser un ejercicio realmente doloroso. Voy a ponerme a hurgar en mi papelera de reciclaje, a ver si…

Nada, sólo quedan trozos inconexos. Maldita sea, mira que no hacer copias de seguridad. Unicamente algunos pedazos que a ustedes no les dirán nada, pero a mí me ponen los pelos de avestruz. Por ejemplo, acabo de darme de bruces con el espeluznante caso de un tipo gris que aparentemente es un comodín durante su sesión de ejercicio. Un figurante. Es correcto. Usa toalla. No molesta a nadie. Viste adecuadamente. No abarca más del lugar físico necesario para su calistenia. Al acabar deja las mancuernas y demás parafernalia donde las encontró. Mejor aún, en su sitio. Dice “hola buenos días” y “hasta mañana a todos”. Demasiado normal, no me fío. Despierta mis recelos –no, no recelos de poner cachondo, es un tipo muy mediocre, pero sobretodo es un tipo- aunque en principio procuro no saber más. Hasta que llega el momento ducha común y, avatares de la vida, me toca en la contigua. Y resulta que sí tiene un papel de reparto: es El Jadeador. El Jadeador tiene el importante rol de soltar impúdicos y sonoros gemidos, aparentemente mezcla de fatiga y placer, mientras se enjabona. Como si estuviera haciendo un esfuerzo sobrehumano. Puedes haberle visto levantar impávido un peso indecente en el press de banca, pero por lo visto su bote de gel es todavía más pesado. (Nota informativa: El Jadeador no limita su radio de acción a las instalaciones deportivas. Puedes encontrártelo en el wc de un bar, o en los aseos de un camping. Sabrás que es él porque no reprime sus onomatopeyas de manual a la hora de evacuar. Sí, esas tan gráficas que te dibujan su cara esforzada, colorada, vascularizada.) Este es el que consigue que me duche en un tiempo récord y salga a vestirme con una mueca de hastío. Y está mal que presuma, pero El Jadeador de mi gimnasio no tiene parangón con ningún otro. Deben haberse gastado una pasta considerable en ficharlo. Es realmente bueno.

Pero El Jadeador no es más que una figura de reciente aparición, basada en un clásico de cualquier sala de pesas: El Gritón. El Gritón tiene una misión fundamental en el gimnasio que jamás adivinaréis. Gritar. Mucho. Ejemplo: si tú haces una serie de quince repeticiones con, pongamos, veinte kilos, El Gritón (al que llamaré “G” a partir de ahora) hace una serie de cinco repeticiones con cuarenta kilos. Evidentemente mal ejecutadas, porque G suele presentar un aspecto bastante deplorable para el tiempo que invierte en hacer ejercicio. Pues bien, durante esas cinco repeticiones G no parará de gritar, siempre in crescendo, una serie de letanías que si se tradujeran dirían algo así como “¡¡Mira, mira, mira, cuáaaaanto peso levanto, y tú no!! ¡Soy un macho, soy fuerte! ¡¡¡Soy una puta bestia parda!!!”. Durante su práctica, G consigue dividir al resto de asistentes a su fascinante espectáculo en dos partes bien diferenciadas: una mayoritaria, que trata de ignorarlo por todos los medios, y la minoría a la que pertenezco que le mira de soslayo poniendo la cara de manual de El Cascarrabias Prematuro (aunque podéis llamarnos “CP”) , que viene a ser una cara de asquito en un 80%, vergüenza ajena en un 17% y un 3% de otros sentimientos indeterminados (condescendencia, cierta compasión y risa disimulada).

¡Vaya, parece que mi memoria sale de su letargo! De repente han reaparecido prácticamente todos los actores de esta función y sus infinitas combinaciones: El Tirillas, el Trío de Tirillas, Cuerpo de Tebeo, El Concentrado, Grupo de Tirillas + Gritón, El Segurata, Los Parlanchines, Jubilados Madrugadores, Señoras Gritonas de Pilates, El Modelitos, La Maciza, El Espejista, Induráin, El Ligón, Acaparator, Molestator…

Lamentablemente se me ha activado otro mecanismo de defensa que tiene como objeto impedir que me haga un esguince en un dedo al teclear, o que ni siquiera realice ningún esfuerzo mínimo de cualquier tipo. En un próximo post llamaré al estrado a alguna de estas celebridades. Naturalmente, aceptaré sugerencias y peticiones. Y donativos.

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4 comentarios:

  1. Yo tenia uno en el gym que le llamabamos huevos de condor. POrque siempre iba con rockis y tenía unas pelotas enormes y cuando hacia bici se le caían por los lados.

    Tambien están los comehuevos que suelen ser los que les toca las taquillas de abajo y para cojer sus cosas tienen que apartar pelotas peludas.

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  2. Gracias por tu aportación, cojonuda.
    Debo ponerme a trabajar en ello, cuando la resaca de mañana por la mañana me lo permita.

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  3. Podrías hablar también un poco de los uniformados: masoquistas levantapesas en chancletas (Así hacen músculos con el meñique.), de Gorrillas que se han olvidado del cordón de oro en la taquilla, Barbies rimeladas para irse de fiesta sin pasar por la ducha, y no olvidemos al Staff de este enclave...los miranometoquestetiroalcuello, etc...me encantaría leerlo!;) (Donqui, no soy yo.)

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  4. Gracias por tus sugerencias. Prometo tenerlas en cuenta, dear Flower Wheel.

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